A medida que avanzamos en la lectura de Conjurando Demonios, tal vez nos
preguntemos: ¿Y dónde están los demonios?. Y es que no encontraremos ninguna
figura de tales criaturas llamadas “domonios”, por lo general representada a
través de seres oscuros venidos desde algún rincón espiritual que desconocemos.
Muy lejos ha estado mi idea de tales construcciones y de hecho, el prólogo, que
una vez más vuelve a ser el personaje que, en la brevedad de sus propias
palabras, nos relata su historia y nos ofrece un marco de referencia para todo
lo que viene:
Siempre han existido mundos paralelos, que viven a la
sombra de cualquiera de nosotros. Mundos con personalidades tan diversas y
oscuras, que nos acechan y nos amenazan, desde esa penumbra en la que poco a
poco naufragamos.
He aquí, la prueba irrefutable de la confabulación de
dos demonios: El autor, por un lado, y los textos por el otro, que pretenden
someterme a esta imposibilidad mía de no poder aportar más certezas, que mis
conjeturas y sospechas.
Pero no podré resistir la tentación, de aquél, que
conociendo los hechos y las circunstancias entre la realidad y la ficción,
decide ir construyendo una nueva trampa: Exorcizar a los demonios que han
tomado posesión de mi vida.
Algo muy peculiar en este personaje es que considera como “demonios” al
autor y a los textos, sintiéndose poseído por ambos intentará el exorcismo,
liberarse. Nos dice conocer los “hechos y las circunstancias entre la realidad
y la ficción”, con lo que uno imagina su plena conciencia de la manipulación que
ejerce el autor sobre su creación, por lo que intentará construir una nueva
trampa. A mitad del libro nos interrumpe nuevamente:
Los demonios han
perdido su figura de seres diabólicos, para asumir hoy, una apariencia
estremecedoramente humana.
De aquí que ya
no resulte posible ubicarlos con el ojo crítico que siempre ha hecho una
diferencia entre el bien y el mal.
Los textos le son profundamente humanos y no puede acertar en reconocer con
un “ojo crítico” lo bueno o lo malo, de lo que quería liberarse.
Con el
transcurrir del tiempo, todo tiende a revelar los motivos o las razones, por
las cuales las cosas se han venido sucediendo de tal manera y no de otra.
Hasta uno mismo
debe reconocer, que es lo que es, en la medida de sus experiencias.
Entonces, estar
aquí y ahora, sólo puede significar una cosa. Soy también parte del entramado
de una historia cuyo final desconozco.
Aunque me
resigne a convivir con mis demonios, no puedo dejar de preguntarme: ¿Quién
hubiese sido, si el autor no me hubiese convocado y si éstos textos, no
necesitaran mi presencia?
Aunque, por
ahora ignore los motivos, me resistiré a cualquier tipo de exorcismo, porque no
hay demonio más descaradamente humano, que aquel que se convence a sí mismo, de
no serlo.
¿Cómo liberarse de algo que nos constituye o de lo que formamos una unión
que le da sentido a todo un cuerpo? Haberse liberado de lo que él llama
demonios, el autor por un lado y los textos por el otro, lo hubiesen condenado
a un sin sentido de su existencia, real o ficcional, poco importa, porque es,
en la medida que queda enmarcado dentro del libro, así como un órgano no puede
vivir o subsistir sin sus complementos o dentro de ellos, y en todo caso, lo
esclarecedor de su relato es revelársenos él mismo como un demonio.
Como autor, la síntesis del prologuista me ha servido para re-significar la
palabra “demonios” quitándole su representación simbólica de "criatura" y dotándola de una raíz profundamente humana, dependiendo del punto en el que nos ubiquemos. Así, nos encontraremos con un personaje que crece alimentando la imagen de una mujer en sí mismo, un amor lésbico, una ausencia resuelta con otra ausencia, un ritual amoroso que se divide entre la noche y el día, el sentimiento miserable en "El costado del mundo", una pregunta que no puede ser respondida, "Premoniciones" de estar viviendo en un infierno, un miedo que nos despierta a la mitad de la noche, algo, siempre algo, oculto en nosotros mismos que, luego de la lectura, nos llevará a preguntarnos: ¿Seré yo, uno de ellos?
Conjurando Demonios, mi segundo libro de cuentos breves, editado de manera artesanal en el 2003
en Neuquén.
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©Jc 


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