Prohibidos,
perseguidos, censurados, ninguneados, juzgados y condenados en los Tribunales,
exiliados, y un sin número de padecimientos vividos a partir de la publicación
de un libro. Sin embargo, no haré aquí, una cronología de autores y libros,
cosa de la que se ha escrito en abundancia, accesible a través de una sencilla
búsqueda por la red. Enfocaré mi análisis a partir de una pregunta: ¿Por qué,
en el contexto de una familia, encabezada por el padre, se le prohibiría al
hijo, leer libros? Tratar de responder a esta pregunta puede que nos de la
respuesta a ésta otra: ¿Por qué un chico lee sus primeros libros a escondidas?
CONTEXTO
Para todo,
hay una historia previa, un contexto socio-cultural que ha determinado o
encaminado a un padre, a tal prohibición.
El hombre
es uno más de 14 hijos, que desde chico ha sido reducido a ser parte del
recurso económico familiar. Nacido en el campo, donde el recorrido para ir a la
escuela, en sus primeros años, debe hacerlo a caballo o en el peor de los
casos, a pie. De padres analfabetos que, lo único que esperan, es que el niño
aprenda a leer y a escribir. Más a leer que a escribir. Las escuelas de campo,
por lo general funcionan en la temporada de verano, para evitarles a los chicos
las inclemencias del clima. El padre tiene plena potestad en la implementación
de las normas de convivencia familiar, como en la decisión sobre castigos o la
concurrencia de su hijo a la escuela. La severidad se impone, donde más que el
respeto, se busca la obediencia o el cumplimiento a esas normas a través del
miedo.
El
niño-hombre crece así, con la idea de que la única posibilidad de supervivencia
en este mundo, es a través del trabajo que se hace de sol a sol y por lo que
pagaren, donde cualquier otra circunstancia, será vista como una pérdida de
tiempo o vagancia. En cuanto a sus relaciones interpersonales, encuentra sólo
dos variables: Someter o someterse. Como su padre le ha hecho experimentar el
estado de sumisión, y su máximo acto de rebeldía ha sido escapar del núcleo
familiar, sus relaciones las establecerá a partir de una figura dominante. En
el camino, este niño-hombre, no ha encontrado ninguna ayuda ni respuestas, por
lo que reproducirá lo aprendido del padre.
EL HIJO
Ninguna estructura,
sistema o régimen, aun en uso de la fuerza y la violencia para el
establecimiento de sus normas, ha logrado sobrevivir por mucho tiempo. Si tal
cosa se observa a nivel macro-social, y al ser la familia la primera célula
constituyente de lo que llamamos sociedad, la misma observación puede hacerse
sobre ella.
De una
estructura familiar, donde el padre asume el ejercicio pleno y de manera
incuestionable una autoridad, que determina hasta lo que se debe callar, es
indudable que esa unión, mantenida con base en el miedo al castigo, tiene sus
días contados.
El
niño-hombre, devenido en padre, no ha encontrado las herramientas intelectuales
ni espirituales que le hubiesen permitido repensar, cuestionar, explorar y
reelaborar el entorno en el que creció y la propia realidad que ha decidido
implementar a partir de la mera reproducción de lo heredado. Como normas
incuestionables establece para su hijo que:
1
Trabajar
es la actividad que se ejerce poniendo el cuerpo, por lo que, leer, no es un
trabajo.
2
Estudiar
es la capacidad de nuestra “cabeza” para memorizar y dado que en lo inmediato,
el estudio no genera un dinero y sólo reporta un gasto, trabajar no sólo es la
prioridad, sino que se estudia en la medida de nuestra cabeza.
3
Todo
comportamiento amoroso o afectivo se reduce al intercambio de lo que se puede
comprar o gastar, quedando sujeto el otro, a la obediencia y al respeto.
4
Lo que no
se comprende con palabras, se comprende a los golpes.
5
La casa
que se habita no es “nuestra”, sino “mía”, por lo que el resto se debe a la
obediencia de mi ley y a las consecuencias de su quebrantamiento.
Puestas
así las cosas, una familia queda a merced de la manipulación, del abuso y de la
violencia, justificada como correctivo ante el quebrantamiento de alguna de las
normas, quedándole, en este caso al hijo, la posibilidad de ejercer a
escondidas, la lectura de libros que no sean escolares.
CONCLUSIONES
Hubo una
generación de padres instalando en sus hijos la sumisión a través del miedo. En
el caso del niño-hombre, del hijo devenido en padre y del que ha surgido la
pregunta: ¿Por qué, en el contexto de una familia, encabezada por el padre, se
le prohibiría al hijo, leer libros?, ese miedo lo ha transmutado en violencia,
que la ejerce a través de medidas prohibitivas, tendientes a coartar la
libertad de exploración de otras realidades, a lo que, su descendencia, así
como él lo ha hecho, debe renunciar; bajo la premisa de que no hay algo más
contrario que oponerse al destino.
Sin embargo, el hijo, en convivencia con la escuela, sus compañeros y los libros, puede advertir que crecer no es avanzar, sino darse cuenta. Encuentra en aquellas primeras lecturas a escondidas, no sólo la capacidad del texto literario por atraparlo en la lectura, sino en la idea de que exista o haya existido esa persona que, en la intangibilidad de un posible lector, ha escrito un libro. Un escritor entonces, que, ante el pronóstico más desfavorable, ha podido llegar hasta él y que desde su construcción lo pensaba, merecía su atrevimiento y osadía, para leerlo a escondidas.
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