“No soy dueño de las palabras,
las palabras se han adueñado de mí” (Jc)
Están allí, aquí, a nuestro lado,
dentro o fuera, en los otros, que nos miran desde cierta distancia o en
nosotros, al detener nuestra propia mirada frente a un espejo. Como una luz
intermitente, a la cual nos acercamos paso a paso, los ecos nos llegan en imágenes
fragmentadas, difusas, apenas perceptibles; en voces que oímos como un susurro,
un grito, un llamado, que reconocemos, a veces como propias y otras veces
ajenas.
“Una noche, escuchando un
concierto en el teatro de los Campos Elíseos, tuve bruscamente la noción de
unos personajes que se llamarían cronopios. Eran tan extravagantes que no
alcanzaba a verlos claramente; como una especie de microbios flotando en el
aire, unos globos verdes que poco a poco iban tomando características humanas”.
Julio Cortázar.
Poseídos o desposeídos, pero en
una búsqueda frenética por alcanzar los restos de un naufragio, y así, al
reunir los fragmentos, darnos una idea sobre las causas o las características
de tales imágenes, voces, gestos, palabras, que nos acechan, que nos
encuentran, que buscamos como cosas que en algún momento hemos dado por
perdidas. Ecos de una memoria que, siéndonos ajena, hacemos nuestra.
“Charles Dickens solía decir que
ni siquiera inventaba: los personajes se le aparecían y le decían las líneas del
diálogo. Podía, incluso, imitarlos en voz alta y, de hecho, lo hizo al final de
su carrera. Entre 1853 y hasta su muerte en 1870 ofreció hasta 470 lecturas en
público forzando las voces de sus criaturas literarias y obteniendo el aplauso
de diarios como The Times, que afirmaban que más que de imitación o de lectura
debía hablarse de alguien poseído por sus personajes.”
Ecos, que nos llegan desde un
lugar que no alcanzamos a determinar, pero que, al reunirlos, justifican todas
las horas de desvelo, de angustia, de ansiedad, de cierta tragedia ante lo
imposible hecho posible; para quedarnos, nuevamente, frente a una hoja en
blanco, que nos llama, que nos reclama, que nos intimida, desde el centro mismo,
de aquello que aún no ha sido escrito.
Fuente: (Párrafo entrecomillado) - Diario El País, España. (Nota de Miqui Otero)
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©Jc


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