Si el signo
lingüístico en arquitectura es el espacio y en literatura es la palabra,
implica que la relación entre ambas disciplinas es embrionaria, donde
el crear, construir, simbolizar, responden a la formulación de una
estructura-arquitectura narrativa. Nuestro hábitat deja de ser sólo un
lugar de refugio, un lugar de supervivencia, para convertirse en la
lectura de una memoria capaz de revivir la realidad en la que vivimos.
“Todo
comienza con un lápiz y un papel”, escribe la joven escritora uruguaya y
estudiante de la Carrera de Arquitectura, Camila Silva, quien, a través
de sus palabras, uno puede apreciar la relación embrionaria de la que
hablo: “Tengo una concepción sobre los sueños: quiero que sean tan
reales, que no haya que cerrar los ojos para verlos.” Tan reales como
las Ciudades invisibles de Ítalo Calvino. Tan reales como ha sido su
primer trabajo arquitecto-literario al diagramar, editar, maquetar,
organizar el espacio visual y literario de lo que ha sido su primera
novela, Entre Relojes.
Espacio y palabra son dos de las formas,
de tantas otras, en las que se realiza y se funda el pensamiento. Signos
que hablan, comunican, y establecen un diálogo con el contexto y
reelabora la mirada individual y colectiva: “Me muevo en el espacio, lo
vivo, lo comprendo, entablo una conversación con él. Las texturas me
hablan, yo las escucho. Para entender mi lugar en este caos, delinear el
sentido en los rincones más absurdos. Experiencia, que hace nacer un
poema. El poema del viento, que acaricia la memoria.”
Agilidad,
certeza, fluidez e impacto: “La arquitectura me deja percibirme en el
espacio, hallar mi lugar. La escritura me deja expresar ese espacio y la
emoción que desprende. Esta es mi revolución contra un mundo que a
veces olvida que tiene colores y que por más fragmentado que esté, elijo
a(r)marlo, de manera tan real, que ya no le pueda llamar sueño."
—
©Jc
—
Instagram: @ecos_jc
Agradecimiento: Camila Silva / @camilasilvasoy
.png)
Comentarios
Publicar un comentario
Opina, comenta: