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¿Qué queda después de un viaje que hemos hecho que creemos que no se puede borrar? ¿Tal vez un paisaje? ¿Tal vez esa sensación de libertad que sentimos cuando avanzamos por las calles de una ciudad que se abre a nuestro descubrimiento? ¿Tal vez una puesta de sol que hizo vibrar cada acorde de nuestra sensibilidad? Tal vez. Pero es cierto que cada uno de estos recuerdos se sumará a otros, así, otro paisaje, otra ciudad, otra puesta de sol nos parecerá sobrepasar a los anteriores con asombro. Un verdadero viajero sabe lo que realmente hace que su viaje sea único, y esto no radica en la confirmación compartida de lo que hemos dicho hasta ahora: sus ojos no estarán satisfechos con ver lo que puede ser visto por cualquier otro viajero: un viajero no está buscando confirmación, sino una experiencia.
Nada es más incisivo y profundo para "sentir" el espíritu de un lugar, que conocer, quién vive allí. Y aquí un viajero pone en juego su identidad para dejarse modelar por otros. Escuchar sus historias, tal vez un breve intercambio de palabras, o un contacto simple pero auténticamente verdadero nos permitirá evaporar las distancias y sentirnos parte de una comunidad: la de los seres humanos.
Las fotografías de David Dector, tomadas en multitud de lugares, parecen interceptar el deseo de ponernos en contacto con personas que nos llaman para escuchar sus historias. Un hilo rojo preciso que une a su trabajo: Empatía, y lo vemos dominando cada imagen, ahora sacándonos una sonrisa, ahora nos entrega a la emoción. Y descubrimos en el grueso de sus expresiones que no hay ni un solo ser humano cuya historia no valga la pena escuchar. Y es precisamente esto lo que nos conquista y lo que nos pide, nada más, que la misma medida de sensibilidad que tenía la lente del fotógrafo. El recuerdo imborrable dentro de un viaje, el más misterioso y fascinante, es el que se hace dentro de la historia y la vida de un ser humano, un viaje que no se puede superponer a otros.
Giuseppe Cicozzetti
Fotógrafo: David Dector
Instagram: @ecos_jc