De todos los
sentimientos, la esperanza es "el mentiroso al que no dejamos de creer".
Y con razón: el momento en que nos sentimos derrotados es el mismo
cuando vemos nuestros miedos hacerse realidad.
Nada es más triste
que el espectáculo de una persona que ha conocido la amargura del
desencanto: de la derrota, lleva en sus ojos los surcos del insulto; en
su cuerpo, la vergüenza; en el espíritu, la suma de la desilusión. La
soledad es una paz inaceptable. Los retratos de la fotógrafa rusa Alisa
Resnik narran este oscuro malestar.
Los protagonistas de "Unos y
Otros" cruzan el embate mar de invisibilidad, hombres y mujeres perdidos
en carreteras resbaladizas cuya voz no se escucha y llora sin dejarse
oír. Alisa Resnik es consciente de su soledad, quizás, quién sabe, tiene
experiencia con ella; y, en todo caso, es capaz de mostrarnos
sensiblemente los distintos matices. Y hay muchos, para llenar un
catálogo. La soledad es un vestido que se cose solo y por eso cada quien
viste el suyo.
En el centro de sus fotografías, las miradas
perdidas para seguir un punto lejano, cuyos ojos ofrecidos a la burla,
apuntan a las sombras ilusorias vidriosas. Y si alguien lucha por un
tiempo, el arrebato no dura, porque el bamboleo de las extremidades no
puede hacer nada contra un enemigo que acecha en su interior.
Oscuro.
Todo alrededor y dentro. Y frío, que ni el calor de un tierno abrazo
puede dispersar, porque la soledad se ama hasta el punto de duplicarse.
"Unos y Otros" nos intriga. Y conmueve el (exitoso) intento de Alisa
Resnik para visibilizar lo que no es, para dar forma a la abstracción,
para devolver la voz a quienes la perdieron.
Giuseppe Cicozzetti
de “One Another”
Fotógrafa: Alisa Resnik
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