El obrero de la literatura



 

«El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un cross a la mandíbula.»

El manifiesto de Roberto Arlt, quien se consideraba a sí mismo un obrero de la literatura, nunca ha perdido vigencia y luego de 80 años desde que nos dejara, se hace carne en otro obrero de la literatura argentina que, a fuerza de convicciones y poesía, nos insta a no confundir lo real con la verdad, puesto que la realidad, ese festival de mascaradas, nunca se revelará como lo hacen sus versos: la autenticidad no reside en la mera representación.

Conozco más al poeta Cristhian Espinoza por lo que escribe que por lo que hemos compartido, lo que implica que primero fueran sus versos y luego su persona, una cosa llevó a la otra y ninguna de las dos defraudó. Poeta del subsuelo, es apenas una aproximación a su autenticidad emocional, «Soy una voz sumergida, un eco del silencio», a su testimonio de lucha y búsqueda que lo acercan, «entre palabras y sombras… olvido y memoria» «al murmullo de poetas desconocidos», y comparte el exilio, la falta de pertenencia en ese «abrazo mi destierro», para terminar evocando una identidad marcada por la historia y la memoria colectiva de Latinoamérica: «ser un beso del olvido nacido en Sub américa.»

Cristhian está fuera del ideario estético de la belleza sublimada a través de la poesía, hasta el ritmo de sus versos se decantan con una lógica que sorprende, porque, con una palabra desprovista de ornamentos, construye una estructura rítmica que, en su singularidad, resuena con una verdad profunda, desgarradora, cruda y personal. Un cross a la mandíbula, a pura prepotencia de trabajo.

©Jc

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