La palabra es una casa de espejos

 


“La palabra es una casa de espejos”, expresó el poeta Roberto Juarroz y sospecho que lo dijo porque las palabras también son una representación de una grafía, de una voz que se repite como un eco y nos interroga desde la casa de los espejos, en la que habitamos.

En este juego de reflejos, donde las formas y los significados se metamorfosean en una búsqueda de sentido que nos indaga y nos impulsa por el laberinto que somos, las palabras son caminos que, aunque nos parezca que recorremos en tiempo y distancia, suelen dejarnos frente a nosotros mismos.

 

Esta arquitectura de espejos, que son las palabras, no sólo es un medio de expresión, sino un espacio de confrontación en el que se deforma y reconstruye nuestra identidad. El arte, en todas sus formas, incluida, por supuesto, la literatura, nos permite habitar estas casas donde lo real y lo imaginario se entrelazan, difuminando cualquier tipo de frontera que nos impida explorar las profundidades de aquello que percibimos. Tal vez, entonces, no se trate únicamente de un espejo que refleja o de un eco que nos devuelve nuestra propia voz, sino de un proceso interminable de creación y recreación, como el aleteo de una mariposa que, ausente, las palabras le devuelven su sombra sobrevolando aún a nuestro alrededor.

 

Las fotografías corresponden al Patrimonio Histórico la ciudad de Chefchaouen (Chauen), Marruecos, conocido su casco antiguo por sus casas azules de diferentes tonalidades. La pintura que se usa es natural proveniente de la flor Nila.

Fuente: Pinterest, en cuyo sitio sólo pude identificar al autor de la imagen Nº 10, el Fotógrafo

Alexander Grabchilev, Indonesia.

©Jc

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