Nadie se conoce - Chus Sánchez

 

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«Si miras largo tiempo a un abismo, también el abismo mira dentro de ti.» Friedrich Nietzsche

 

Tanto el amor como la muerte son experiencias que nos indagan sobre nuestra verdadera naturaleza, nos desafían en lógica y razón. Una experiencia antigua, común a la humanidad entera, que, como el fuego de Prometeo, no ha dejado de arder en una conexión poderosa que nos consume por dentro, tanto para hacernos fuertes como débiles. Dos fuerzas que, creyendo conocerlas, nada sabemos de ellas. «A veces observo a Elena y deseo ese mismo final para mí. Ser admirada, joven y amada, a pesar de estar muerta.»

 

Nadie se conoce, novela de la escritora y periodista alicantina Chus Sánchez, explora en un contrapunto que revela y oculta, un viaje de introspección a las profundidades de las relaciones humanas que pueden ser tanto un refugio como una fuente de dolor. Nada nos hará sospechar el final por el que comprenderemos que el amor y la muerte no son conceptos opuestos sino entrelazados en una búsqueda y un deseo por determinar si nuestra imagen o la imagen que tenemos de los otros es lo que realmente creemos que vemos.

 

«Cuando mi esposo dio su último suspiro la vida entera se convirtió en pasado para mí.»

 

Según el mundo antiguo, la Tierra era plana y terminaba en un lugar muy concreto. Ese lugar fue bautizado por los romanos con el nombre en latín, Finis Terrae, «el fin de la tierra», «Finisterre» en castellano, «Fisterra» en gallego, un lugar lleno de historias, leyendas, magia y tradiciones. No es casual y al mismo tiempo me resulta simbólico que todo transcurra allí, en una tierra que se adentra en el océano y desde la cual sólo se ve el mar y nada más que el mar, tanto si se mira de frente, hacia la izquierda o hacia la derecha. Imagino a Emma Soler, la protagonista de nuestra historia, oteando el horizonte, con el Faro de Fisterra como testigo de su vida convertida en pasado.

©Jc

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